La importancia del acompañamiento terapéutico en víctimas de maltrato y agresión sexual

Ansiedad, depresión, miedo a salir de casa, evitación sexual, baja autoestima, sentimientos de culpa, estado de ánimo negativo o re-experimentación de un suceso traumático como el maltrato y la agresión sexual.

Imagina tan solo una de estas situaciones. Cuando la tengas en mente, imagina lo que es sentirla durante meses o años maltratado y agredido. Así es como se llegan a sentir un gran número de víctimas de agresiones sexuales (Echeburúa, Sarasua, Zubizarreta y Corral, 2013).

Y lo que todavía es más preocupantes es que un 15% de la población femenina, para ser exactos, se encontrará ante situaciones de maltrato y/o agresión sexual a lo largo de su vida (Vickerman y Margolin, 2009).

El confinamiento que llevamos viviendo los últimos meses a causa de la pandemia por SARS-CoV-2, se ha convertido en una situación complicada para todos nosotros; pero especialmente para las personas maltratadas. Un mensaje tan simple como  «Quédate en casa» para las víctimas de maltrato o agresiones, se convierte en la mayor de sus pesadillas. Tienen que quedarse en casa, pero con su agresor.

Un mensaje que inicialmente es un alegato a su protección, conlleva situaciones en las que son más vulnerables. Además de quedarse en casa, son sometidas a situaciones extremas como pérdida de trabajo, miedo al contagio, fallecimiento de familiares, que pueden ser disparadores de una situación violenta en el domicilio.

Solo en el mes de marzo de 2020, las llamadas al 016 se han incrementado en un 10% respecto al año anterior; y las visitas a su web de apoyo en casos de violencia de género han crecido más del 330% con respecto al año anterior.

Cada año estas cifras aumentan, y pese a que cada vez estamos más concienciados de lo que implica a medio y largo plazo para la víctima, en ocasiones nos sentimos sobrepasados sin saber cómo actuar o ayudar.  Como amigos, familiares o incluso desconocidos, muchas veces nos bloqueamos o no sabemos como reaccionar en situaciones de posible violencia o ante la confesión de una agresión.

El sentimiento de culpa, la creencia que todo cambiará, el minimizar la situación con un «no ha sido para tanto» o «podría ser peor», y ante todo el miedo a no ser creído o que contarlo empeore la situación, son algunos de los motivos para que la víctima se mantenga en silencio. Y una vez roto ese silencio, se vuelven a enfrentar a todo ello y al resto de una nueva vida por delante con tal incertidumbre que puede llegar a dar más miedo que cualquiera de las situaciones vividas.

El apoyo social y/o familiar, es básico para que la normalidad se instale de nuevo y evitar las temidas segundas victimizaciones. Pero en la mayoría de las ocasiones, un buen enfoque terapéutico, es necesario para mejorar su vida.

Un acompañamiento terapéutico correcto, permitirá que la persona sea capaz de ponerle palabras a todo aquello que siente, a aceptarlo e integrarlo, para así, poder seguir avanzando.

¿Cómo ayuda la terapia centrada en la persona a las víctimas de maltrato y agresión sexual?

Como terapeutas, nuestra labor es acompañar a la persona en este proceso, estando presentes en un entorno que le aporte seguridad y en el que, a su ritmo, puedan expresar cualquier sentimiento o pensamiento que tenga.

La palabra clave de este proceso terapéutico es estar, conseguir que el cliente sienta que pase lo que pase y tome las decisiones que tome, estaremos ahí por y para él sin ninguna condición.
Seremos su conexión con el momento presente y con la posibilidad de que haya personas en el mundo dispuestas a escuchar, comprender y permitiendoles ser 100% ellas mismas, sin dirigirles ni interpretar.

El objetivo principal de esta terapia es crear un vínculo con el terapeuta, de persona a persona, basado en la empatía, la congruencia y una aceptación incondicional auténtica (Rogers, 2003). Esto se consigue mediante el uso de una escucha activa, y aplicando la técnica de los reflejos, en la que el terapeuta da claridad a las emociones, devolviéndoselas o aclarándoselas, de manera que el cliente se sienta entendido y apoyado.
Ponerse en su lugar,  entender a la persona que se tiene delante, y colocarlo todo ello dentro de un espacio seguro y libre de juicio. Estos, son los pilares básicos para poder conseguir la integración de esta situación traumática en el futuro del cliente.

Ofreciendo un espacio seguro, el individuo por sí mismo tenderá al crecimiento, llevándole a la aceptación de sí mismo y de sus experiencias vividas para dotar de un nuevo sentido a su vida.

Bibliografía:

  • Echeburúa, E., Sarasua, B., Zubizarreta, I. y de Corral, P. (2013). Tratamiento psicológico de mujeres víctimas de agresiones sexuales recientes y no recientes en la vida adulta. Behavioral psychology / Psicologia conductual , vol.21 (2), 249-269.
  • Rogers, C. (2003). El proceso de convertirse en persona. Buenos Aires, Paidós.
  • Vickerman, K. y Margolin, G. (2009). Rape treatment putcome research: empirical findings and a state of the literature. Clinical Psychology Review, 29, 431-448.

Aroa Alvares, psicóloga y alumna del Postgrado en Psicoterapia Centrada en la Persona