¿Qué es sanar?

Tal vez, sanar es poder verse como las personas que te quieren te ven; es verse como te ven las personas que te quieren genuinamente. Tal vez es poder llorar lo que no se ha llorado nunca, llorar lo que nos avergüenza, llorar lo que sentimos que es humillante, llorar aquello que nos negamos a nosotros mismos.

Tal vez sanar sea vernos vulnerables, hechos polvo y trizas, y sentir que hay alguien que nos mira, que nos acompaña, que no nos quiere sanar, sino solo estar.

Sanar es aprender que el tiempo no es lineal, que no siempre avanza en la misma velocidad. Sanar es aprender que el tiempo no te persigue, no espera nada de ti, no te demanda nada, es saber que los minutos y los segundos nos esperan, nos acompañan, se mueven con nosotros. Es entender que el tiempo se mueve contigo, que entiende tus ritmos y tus pausas. Sanar es descender al dolor, no para borrarlo, no para negarlo, sino para que la herida no se pudra dentro de tanta soledad.

Sanar es tener la experiencia de que siempre hay alguien que puede y quiere amar tus cicatrices, es sentir que hay personas que no se escandalizan ni huyen de tus monstruos. Es poder ver al niño herido que se esconde detrás de eso tan aterrador que nosotros llamamos monstruos o demonios.

Sanar es dejar de huir, de nosotros mismos, de los demás, de nuestros fantasmas, de nuestras heridas. Sanar es perder el miedo a sanar, perder el miedo a salir de nuestras defensas, es ver el coste que tiene la romanización del dolor, de la decadencia, de la soledad, es aceptarse vulnerable, aceptar la soledad y el dolor que ella conlleva, es entender que afuera de las defensas se puede existir y que hay un mundo y vida afuera de esos muros que hemos construido para protegernos.

Sanar es saber que existes para alguien. Sanar es saber que nunca estamos del todo sanos, del todo cuerdos, del todo felices y que eso esta bien.

Mariana Franco Roa, psicóloga y ex-alumna del Instituto Carl Rogers